Mi procesador obsoleto entiende
solo el frío lenguaje de la angustia;
unos y ceros combinados para
imprimir en consola mis temores.
Sus dos núcleos ya no son suficientes,
la entrada de estímulos es continua,
hay un sobrecalentamiento grave
que me congela a mitad de la calle.
Sufro el destino del hombre estepario,
sin lugar donde apoyar la cabeza
me abrigo en mi propia sima virtual,
¿a dónde más partir si la condena
es tener el procesador soldado
en la maldita placa madre: el cráneo?
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