miércoles, mayo 31, 2006

G I M O T E O


Un gemido... un gemido
es el aullido carmesí de la rosa
cuando desangran su corola
los murciélagos.

Un gemido... un gemido
es la pata destrozada de la hormiga
tirada en la sartén
del adoquinado.

Un gemido... un gemido
es la dicharachera flacura del perro
envenenado poco a poco
por el charco contaminado.

Un gemido... un gemido
es la espectral voz del hombre
apabuyado por el yunque
de las edades.
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P E Q U E Ñ O
¡AH PEQUEÑECES!

sábado, mayo 06, 2006

V A I V É N


Aún más difícil que desplazarse en la cuerda floja
es conservar el equilibrio entre la vida y la muerte,
el centro en la línea perpendicular que une dos rectas paralelas,
la nube solidificada a prudente distancia de los horizontes,
la tarima improvisada mientras se cambia de escenario,
la habitación dentro del nosocomio de los desequilibrios,
el nudo indiferente a los jaloneos de los extremos.

La cuestión se reduce a mantener el asiento en su lugar
cuando después de copiosas batallas campales
y una generosa cuota de mutilaciones negociadas
se logró obtenerlo en el mercado de las frivolidades.
Luego, seguros de estar bien afianzdos en la silla
penetrar en la ingrávida dimensión del conformismo
rebozante del cloroformo que embota los sentidos,
achata la lucidez, troncha la raiz infinita,
o sea, todas esas cosas de poca monta,
y dar por sentado que se ha alcanzado la meta,
que se ha develado el misterio del hombre,
que se han observado de pe a pa las leyes de la vida,
que se ha contribuido a preservar la tradidición de los ancestros,
que al fin somos amos y señores del equilibrio.
Y sin embargo, todo es una falacia, una mera convención,
un engaño disfrutable en tanto vamos de frontera a frontera,
bueno para pasar el rato, para matar el tiempo,
una mentira de la cual estamos concientes,
pero que ocultamos en la verdad nuestra de cada día.

No hay estabilidad, equilibrio, punto fijo,
todo es un ir y venir sobre baldosas trepidatorias.
Estar acostumbrados a oscilar como el péndulo
de aquí para allá, de aquí para allá, y no sentir mareo alguno.
Un ir y venir...
esa es toda tu estabilidad.

La trampa justamente es estar satisfechos, contentos, complacidos,
haber cumplido con la parte asignada y esperar el momento,
buscar y mantener el equilibrio.
Mas a qué el equilibrio,
a qué la inacción,
a qué el punto medio,
mejor la caída en picada, el ruidoso estrellarse,
el cruento impacto, la muerte súbita,
y entonces resucitar libres de la necesidad
del espacio intermedio, en una esfera existencial
por encima de la vida y la muerte.

Ir y venir...
maravillosa estabilidad.
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P E Q U E Ñ O
¡AH PEQUEÑECES!