viernes, junio 09, 2006

C I C L I S T A


Muerte como la muerte que vivo y viven
otros muertos en sus mausoleos electrificados;
que al costado llevando su canasta obscura
vendimia cabezas nacidas fuera del racimo;
que la uniforme blancura del mantel mancilla
haciendo perder los estribos al encaje;
que aova en esteros de magma fundida
huevecillos de donde eclosionan aves fénix;
que con displicencia cuelga en la perchera
abultadas ojeras aburridas de sus plieges.
Esa es la muerte que en nuestros días pedalea
la tuberculosa bicicleta de la decadencia.

No aquella, la de los camposantos y hospitales,
no, esa no, esa es la confirmación de la primera,
su abogado defensor, el origen de su especie,
su golpe contundente, su reactor nuclear.
La palabra que no se dice y si se dice
ya no es palabra es clavo que clava los labios;
la pelota entre los pies de los muchachos
que tarde o temprano revelará sus entrañas de granada;
el vino reservado para la última cena descorchado
con la pompa y fausto que la ocasión amerita;
único libro que jamás hemos de leer,
pues, ahora a él le corresponde leernos.

Mírola en cuanto lugar me halle,
arriba y abajo, a la izquierda a la derecha,
en la gélida atmósfera de un banco,
en la beata solemnidad de una iglesia,
en mí mismo y en ti.
En todo lo que no nos pertenece y creemos nuestro,
en las canciones infatiles de los niños,
en las rondas melancólicas de los adultos,
en mí mismo y en ti.
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P E Q U E Ñ O
¡AH PEQUEÑECES!

miércoles, mayo 31, 2006

G I M O T E O


Un gemido... un gemido
es el aullido carmesí de la rosa
cuando desangran su corola
los murciélagos.

Un gemido... un gemido
es la pata destrozada de la hormiga
tirada en la sartén
del adoquinado.

Un gemido... un gemido
es la dicharachera flacura del perro
envenenado poco a poco
por el charco contaminado.

Un gemido... un gemido
es la espectral voz del hombre
apabuyado por el yunque
de las edades.
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P E Q U E Ñ O
¡AH PEQUEÑECES!

sábado, mayo 06, 2006

V A I V É N


Aún más difícil que desplazarse en la cuerda floja
es conservar el equilibrio entre la vida y la muerte,
el centro en la línea perpendicular que une dos rectas paralelas,
la nube solidificada a prudente distancia de los horizontes,
la tarima improvisada mientras se cambia de escenario,
la habitación dentro del nosocomio de los desequilibrios,
el nudo indiferente a los jaloneos de los extremos.

La cuestión se reduce a mantener el asiento en su lugar
cuando después de copiosas batallas campales
y una generosa cuota de mutilaciones negociadas
se logró obtenerlo en el mercado de las frivolidades.
Luego, seguros de estar bien afianzdos en la silla
penetrar en la ingrávida dimensión del conformismo
rebozante del cloroformo que embota los sentidos,
achata la lucidez, troncha la raiz infinita,
o sea, todas esas cosas de poca monta,
y dar por sentado que se ha alcanzado la meta,
que se ha develado el misterio del hombre,
que se han observado de pe a pa las leyes de la vida,
que se ha contribuido a preservar la tradidición de los ancestros,
que al fin somos amos y señores del equilibrio.
Y sin embargo, todo es una falacia, una mera convención,
un engaño disfrutable en tanto vamos de frontera a frontera,
bueno para pasar el rato, para matar el tiempo,
una mentira de la cual estamos concientes,
pero que ocultamos en la verdad nuestra de cada día.

No hay estabilidad, equilibrio, punto fijo,
todo es un ir y venir sobre baldosas trepidatorias.
Estar acostumbrados a oscilar como el péndulo
de aquí para allá, de aquí para allá, y no sentir mareo alguno.
Un ir y venir...
esa es toda tu estabilidad.

La trampa justamente es estar satisfechos, contentos, complacidos,
haber cumplido con la parte asignada y esperar el momento,
buscar y mantener el equilibrio.
Mas a qué el equilibrio,
a qué la inacción,
a qué el punto medio,
mejor la caída en picada, el ruidoso estrellarse,
el cruento impacto, la muerte súbita,
y entonces resucitar libres de la necesidad
del espacio intermedio, en una esfera existencial
por encima de la vida y la muerte.

Ir y venir...
maravillosa estabilidad.
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P E Q U E Ñ O
¡AH PEQUEÑECES!

sábado, enero 28, 2006

I N M O L A C I Ó N


Bello sacrificio el del agua
que deseando besar al cielo
quema su corazón lechoso
para evaporarse y convertirse
en crespa mancha de nube.

Bello sacrificio el de la rosa
cuando desoyendo llorosos ruegos
de enlutadas y mustias mariposas
se va entre el cabello de las niñas.

Bello sacrificio el de la hoja
vieja, arrugada, esquelética,
que en otoño deja el lugar a una nueva
y así remozar la copa del árbol.

Bello sacrificio el del pájaro
que sin antes desayunar siquiera
se acomoda en el borde de la ventana
y le canta al que convalece en cama.

Bello sacrificio el de la luna
cuya bondad la mueve a quedarse despierta
para que el triste que no la vio en la noche
jubiloso la contemple al alba.

Pero más bello y meritorio
es el sacrificio del hombre
que con la cabeza erguida
y el pecho orondo
muere defendiendo la verdad.

sábado, enero 21, 2006

T I R A N O


Porque el perdón
venda la conciencia rasguñada,
poda de plantas carnívoras al corazón,
dializa al espíritu gangrenado,
extirpa las cepas del cáncer futuro,
tritura la plaga del remordimiento testarudo,
y saca a la luz la pequeñez del soberbio...
no busco el perdón.

miércoles, enero 11, 2006

Z O O L Ó G I C O


Cuando las serpientes
ya no pueden mudar la piel excoriada,
ni los camaleones
aparentar urbanidad con sus presas,
ni las hienas
arrancar las últimas tiras a la carroña,
me cubro con el gabán oscuro,
me instalo un corazón de repuesto
y viajo hacia un paraje surrealista
donde entre anzuelos que pescan esqueletos,
dardos que desinflan cordilleras,
y amapolas que adormecen volcanes,
desmantelo mi cordura
para tan solo un instante olvidar
(un instante y nada más)
que por desgracia yo también
soy un lindísimo ejemplar
de la puntillosa fauna inteligente.