domingo, agosto 11, 2019

El tiempo y su número



El tiempo y su número en el columpio
y en el viento que elevaba la cometa
y en la puerta de la escuela que insinuaba
su existencia en las estampas de historia.
Después del café, las risas y el televisor
el tiempo y su número es todo lo que queda,
entonces llega una sensación de abandono,
un dolor agudo proveniente de las escamas de la memoria,
la conciencia del humo que anida en los ojos.
¿Cómo creerse alma viviente si no se es dueño del intervalo,
si lo que ocurrió entre el alba y el ocaso se difumina
al primer intento de aprehenderlo?
¿Cómo evaluar nuestro paso por la hierba
si cuando miramos atrás no encontramos ni huellas ni hierba?
Quizá lo más sensato sea no abrir la puerta
para no insuflarle aliento de vida a la angustia.
Pero la indiferencia no tiene sentido en lo absurdo cotidiano.
Pero ignorar a los pájaros no acalla su molesto gorjeo.
De pronto la duración de la vida humana se vuelve
materia de una reflexión regentada por el miedo,
nada extraño si bien lo pensamos porque es lo mismo
que sentimos cuando soñamos que estamos cayendo
sin saber porqué ni si tendrá fin la caída.
Y si decides quedarte inmóvil en la nube
el presente te pasa encima como una ola
y te atropella y te golpea y te deja inconsciente…
cuando despiertas vuelves al estado anterior.
Al final, haces el mismo descubrimiento aterrador de siempre:
el tiempo y su número es inevitable, indefectible,
porque ha nacido contigo, está en ti, eres tú.
Luego llega una sensación de abandono,
un dolor agudo proveniente de las escamas de la memoria,
la conciencia del humo que anida en los ojos,
y te vas a la noche donde esperas silenciar un poco
la voz del gusano que a dentelladas te va extinguiendo.

"Los sueños son pétalos de arena donde encallan los bergantines de mis auroras". Alberto León

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